Saludo al Papa Francisco

(Comunicación DAMS)

Hermano Robert Schieler, FSC
Superior General
16 de mayo de 2019

Gracias, Santo Padre, por estar con nosotros durante nuestra celebración del 300 aniversario de la muerte de Juan Bautista de La Salle. Le agradecemos que haya declarado este año jubilar para los Hermanos de las Escuelas Cristianas, nuestros alumnos y los educadores lasalianos que nos acompañan.  Valoramos su amable y compasivo ejercicio del ministerio petrino.  Usted nos ha recordado que la Iglesia de Cristo es una Iglesia “en salida”[1].   Su testimonio nos inspira a todos a crear una cultura del encuentro y a llevar la Buena Noticia a los que son diferentes, a los despreciados y a los ignorados. Gracias, Santo Padre.

Este año, no solo celebramos la vida y obra de Juan Bautista de La Salle; también, y lo más importante, una vez más descubrimos que él señala el camino hacia Jesucristo. Su propia experiencia personal de salvación le impulsó a “reconocer a Jesús bajo los pobres harapos de los niños y adorarlo en ellos” (Cf. Med 96.3). Este encuentro con la pobreza y la ignorancia de los “hijos de los artesanos y de los pobres” le llevó a fundar una comunidad de Hermanos consagrados a anunciar el Evangelio a los pobres a través de la educación humana y cristiana.

Hoy el movimiento que él y los primeros Hermanos lanzaron está garantizado por 90.000 educadores y educadoras, religiosas, clérigos y 3.500 Hermanos que educan a 1.000.000 de alumnos en 80 países.  Nos inspira también el testimonio de los numerosos Hermanos nuestros canonizados, beatificados y declarados venerables.

Pero, durante este año de aniversario, no estamos simplemente recordando el pasado; inspirados por De La Salle, el Santo Patrón universal de los Maestros, y guiados por el Espíritu Santo, estamos además reavivando en nuestros corazones un celo ardiente por el Reino de Dios y estamosemprendiendo nuevos caminos. Como religiosos Hermanos dedicados a la educación humana y cristiana, tenemos la libertad de ir más allá de las fronteras sociales, políticas y nacionales. Por el testimonio de nuestra vida consagrada y por medio de nuestras comunidades educativas, liberamos a los oprimidos, llegamos a los inalcanzables, educamos a los abandonados y traemos la alegría del Evangelio a los desanimados y desesperanzados.

Juan Bautista de La Salle comprendió el mandato del Evangelio de ir a los pobres “con corazón de pobre”. Hoy, cada Hermano, sin duda cada cristiano, tiene el reto de hacer lo mismo. En nuestra labor de llevar las experiencias del Reino de Dios al mundo de la educación, nos acompañan y enriquecen hombres y mujeres comprometidos que comparten generosa y profesionalmente con nosotros el ministerio de la educación humana y cristiana.

Nuestros Colaboradores Lasalianos nos llenan de esperanza; compartimos con ellos nuestra herencia espiritual y pedagógica. Son, como nosotros, herederos y herederas de Juan Bautista de La Salle y, como él, co-embajadores de Jesucristo y co-ministros de Dios. Juntos estamos escribiendo nuevos y emocionantes capítulos en el relato lasaliano actual.

El Evangelio y la Iglesia nos llaman a nosotros y a nuestros Colaboradores a llegar a los corazones y a iluminar las mentes. Al hacerlo así, “vemos una energía evangélica para llevar el amor vivo de Cristo a la relación maestro-alumno para transformar el aula en un lugar redentor y salvador”[2].

Estamos convencidos de que la espiritualidad que heredamos de La Salle sigue teniendo una fuerza y ​​un dinamismo extraordinario de transformación. Es una espiritualidad unificadora cuyo centro cristológico de atención no es la perfección en sí misma, sino el servicio al prójimo, la solidaridad con los que sufren y la dedicación a los jóvenes que nos necesitan. Por lo tanto, es una espiritualidad práctica que nos mantiene abiertos a la presencia de Dios en el mundo y a las necesidades del otro.

Sabemos que el espíritu de fe y celo desempeña un papel unificador que nos ayuda a ver la realidad, no como algo profano, sino más bien como algo sacramental. Todo se nos revela en Dios: bajo de “los harapos de los niños” encontramos a Jesús; la escuela, “obra de Dios”, se convierte en un espacio iluminado por Dios donde los Hermanos y nuestros Colaboradores, por nuestro amor concreto y efectivo hacia los jóvenes, hacemos visible el rostro de Dios[3].

El 7 de abril de 1719, hace 300 años, los primeros Hermanos se encontraron sin su fundador y guía.  Su pequeña comunidad no estaba reconocida por la Iglesia ni por el Estado. Se comprometieron a continuar la misión respondiendo a las necesidades educativas humanas y cristianas de los niños pobres de las ciudades.  Hoy, inspirados por el Espíritu Santo y el Santo Padre, bajo su guía pastoral, nosotros y nuestros Colaboradores Lasalianos nos comprometemos a continuar el carisma de La Salle y a responder “a las necesidades educativas de aquellos a quienes no se reconocen ni su dignidad ni sus derechos fundamentales.  Nuestra misión es hacer que puedanvivir con dignidad como hijas e hijos de Dios”[4]. Expresamos nuestra lealtad a usted, como Obispo de Roma, y le aseguramos nuestras oraciones y afecto fraterno.

¡Gracias Papa Francisco!

[1]Evangelii Gaudium (EG) N.º 20-24
[2]Coldwell, Timothy, FSC, “Un carisma generador para nuevas generaciones: reflexiones y cuestiones”, 2019.
[3] Cf. Circular 466, “Se llamarán Hermanos”, Roma, 2013, p.7.
[4] Regla de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, Artículo 13, 2015.